A principios de los 90, la gente que acudía a los conciertos de Extremoduro temblaba pensando que Robe podía abandonar el escenario en cualquier momento. Era imprevisible. A veces eran un caos total –y Robe olvidaba las letras– y, a veces eran soberbios.
“Los vi y aluciné”, recuerda José A. Gómez, ojeador de la discográfica DRO (Warner), quien rápidamente llamó al presidente de su discográfica para fichar al grupo. “Al día siguiente, Robe apareció por la compañía Dro”, continúa Gómez: “Flipamos con él y con el tamaño del porro que se estaba fumando a las 11 de la mañana”. Ese mismo día el contrato quedó listo. Tres días después, lo firmaron. Y comenzaron la grabaciones de Deltoya.
No hubo mucha promoción de los primeros discos que Extremoduro grabó con Dro porque Robe no quería. Tampoco había entonces mucho interés por parte de los medios de comunicación generalistas. “Gracias a Dios que no daba entrevistas”, bromea Gómez, “porque Robe montaba un pollo a la mínima”.
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